January 24, 2024

Fractura de pie en el adulto mayor

La fractura de pie en el adulto mayor es una lesión ósea que se produce por la aplicación de una fuerza excesiva sobre el pie. Paz Mental está para ayudarte.
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Puede tener consecuencias graves para la salud, la movilidad y la calidad de vida de las personas mayores, y puede requerir un tratamiento médico y una rehabilitación adecuados.

La fractura de pie en el adulto mayor es una lesión ósea que se produce por la aplicación de una fuerza excesiva sobre el pie, que puede ser el resultado de una caída, un golpe, un accidente o una sobrecarga. 

Puede afectar a uno o varios de los 26 huesos que componen el pie, que se dividen en tres partes: el retropié, el mediopié y el antepié. 

Puede tener consecuencias graves para la salud, la movilidad y la calidad de vida de las personas mayores, y puede requerir un tratamiento médico y una rehabilitación adecuados.

¿Qué es la fractura de pie en el adulto mayor y qué tipos hay?

La fractura de pie en el adulto mayor es una ruptura total o parcial de uno o más huesos del pie, que se produce por la acción de una fuerza mayor que la resistencia del hueso. 

Puede afectar a cualquier parte del pie, pero hay algunas zonas más propensas a sufrir una fractura, como la base del quinto metatarsiano, el calcáneo, el astrágalo o el escafoides.

Se clasifica según diferentes criterios, como el mecanismo de producción, el grado de desplazamiento, el número de fragmentos, la integridad de la piel o la localización anatómica. Según estos criterios, se pueden distinguir los siguientes tipos de fractura de pie en el adulto mayor:

  • Según el mecanismo de producción, se pueden diferenciar entre fracturas por traumatismo directo, que se producen por un golpe o una compresión sobre el pie; fracturas por traumatismo indirecto, que se producen por una torsión, una flexión o una extensión del pie; y fracturas por estrés, que se producen por una sobrecarga repetida o prolongada sobre el pie.
  • Según el grado de desplazamiento, se pueden diferenciar entre fracturas sin desplazamiento, en las que los fragmentos óseos se mantienen en su posición normal; y fracturas con desplazamiento, en las que los fragmentos óseos se separan o se rotan, alterando la forma y la función del pie.
  • Según el número de fragmentos, se pueden diferenciar entre fracturas simples, en las que el hueso se rompe en dos partes; y fracturas conminutas, en las que el hueso se rompe en más de dos partes, generando fragmentos pequeños o pulverizados.
  • Según la integridad de la piel, se pueden diferenciar entre fracturas cerradas, en las que la piel no se rompe y el hueso no se comunica con el exterior; y fracturas abiertas, en las que la piel se rompe y el hueso queda expuesto al exterior, aumentando el riesgo de infección y complicaciones.
  • Según la localización anatómica, se pueden diferenciar entre fracturas del retropié, que afectan al astrágalo y al calcáneo; fracturas del mediopié, que afectan al escafoides, al cuboides y a las tres cuñas; y fracturas del antepié, que afectan a los metatarsianos y a las falanges.

¿Qué causas tiene la fractura de pie en un adulto mayor?

La causa más frecuente de la fractura de pie en el adulto mayor es la caída, que puede ocurrir por un tropiezo, un resbalón, un desmayo, un mareo, un empujón o una pérdida de equilibrio. 

Se estima que el 30-40% de los adultos mayores de 65 años sufren al menos una caída al año, y que el 5-10% de estas caídas provocan una fractura. 

Otras causas posibles son el golpe, el accidente o la sobrecarga, que pueden estar relacionados con la práctica de algún deporte, la realización de alguna actividad laboral o doméstica, el uso de algún calzado inadecuado o la existencia de algún obstáculo o superficie irregular.

También puede estar influenciada por algunos factores de riesgo, que aumentan la probabilidad de sufrir una fractura, como los siguientes:

  • La edad, que se asocia con una disminución de la densidad y la calidad ósea, una pérdida de masa muscular, una alteración del equilibrio y una disminución de los reflejos, que favorecen la fragilidad del hueso y la caída.
  • El sexo, que se relaciona con una mayor incidencia de fracturas en las mujeres, debido a la menor densidad ósea, la mayor esperanza de vida y la menopausia, que provoca una disminución de los niveles de estrógenos, que son hormonas que protegen el hueso.
  • La osteoporosis, que es una enfermedad que se caracteriza por una disminución de la densidad y la resistencia del hueso, que lo hace más propenso a fracturarse. Se estima que el 50% de las mujeres y el 25% de los hombres mayores de 50 años sufrirán una fractura por osteoporosis en su vida.
  • La malnutrición, que se refiere a una ingesta insuficiente o inadecuada de nutrientes, como el calcio, la vitamina D, el fósforo o el magnesio, que son esenciales para la formación y el mantenimiento del hueso.
  • El consumo de alcohol, tabaco o drogas, que se asocia con una disminución de la densidad ósea, una alteración del equilibrio, una pérdida de coordinación y una mayor exposición a situaciones de riesgo, que aumentan la probabilidad de caída y de fractura.
  • La toma de ciertos medicamentos, como los corticoides, los anticoagulantes, los diuréticos, los antidepresivos o los hipnóticos, que pueden tener efectos adversos sobre el hueso, como disminuir su densidad, aumentar su resorción o inhibir su formación; o sobre el sistema nervioso, como provocar somnolencia, confusión, mareos o vértigos, que pueden favorecer la caída.
  • La presencia de otras enfermedades, como la diabetes, la artritis, el Parkinson, el Alzheimer, la demencia, la depresión, la anemia, la incontinencia o la apnea del sueño, que pueden afectar al hueso, al equilibrio, a la movilidad, al ánimo o al sueño, y que pueden aumentar el riesgo de caída y de fractura.

¿Qué síntomas tiene la fractura de pie en el adulto mayor?

Los síntomas de la fractura de pie en el adulto mayor pueden variar según el tipo, la localización y la gravedad de la fractura, pero en general, se pueden manifestar con los siguientes signos:

  • Dolor, que puede ser localizado o irradiado, agudo o crónico, leve o intenso, constante o intermitente, según el tipo y la extensión de la fractura.
  • Inflamación, que puede ser evidente o discreta, roja o pálida, caliente o fría, según el grado y la localización de la inflamación.
  • Hematoma, que puede ser superficial o profundo, pequeño o grande, claro u oscuro, según el tamaño y la antigüedad del derrame sanguíneo.
  • Deformidad, que puede ser evidente o sutil, fija o móvil, simétrica o asimétrica, según el grado y la dirección de la fractura o la luxación.
  • Impotencia funcional, que puede ser total o parcial, temporal o permanente, según la severidad y la localización de la fractura o la afectación nerviosa.
  • Alteración de la sensibilidad, que puede ser desde una leve disminución hasta una pérdida total de la sensibilidad, según el nivel y la duración de la lesión o la compresión nerviosa.

¿Cómo se diagnostica la fractura de pie en un adulto mayor?

El diagnóstico de la fractura de pie en el adulto mayor se basa en la combinación de tres elementos: la historia clínica, la exploración física y las pruebas de imagen.

La historia clínica consiste en recoger la información sobre el mecanismo de la lesión, los síntomas que presenta el paciente, los antecedentes personales, familiares y médicos, y los factores de riesgo que puedan influir en la fractura.

La exploración física consiste en examinar el pie afectado, buscando signos de fractura, como dolor, inflamación, hematoma, deformidad, impotencia funcional o alteración de la sensibilidad. También se debe evaluar el estado vascular y neurológico del pie, palpando los pulsos, comprobando el llenado capilar, la temperatura y la sensibilidad distal.

Las pruebas de imagen consisten en realizar estudios radiológicos que permitan visualizar el hueso fracturado y sus posibles complicaciones. La prueba más utilizada es la radiografía, que suele mostrar la mayoría de las fracturas de pie. Se recomienda realizar radiografías desde varios ángulos diferentes para que las imágenes del hueso no se superpongan demasiado. 

En algunos casos, puede ser necesario realizar otras pruebas más específicas, como la gammagrafía ósea, la tomografía computarizada o la resonancia magnética, que pueden aportar más detalles sobre la fractura o sobre los tejidos blandos que la rodean.

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