January 29, 2024

¿Qué es un EVC y cómo prevenirlo?

Un EVC o evento vascular cerebral es una emergencia médica que ocurre cuando se interrumpe el flujo de sangre al cerebro, provocando daños en las células nerviosas.
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Existen dos tipos principales de EVC: el isquémico, causado por un coágulo que obstruye una arteria cerebral, y el hemorrágico, causado por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro.

Un EVC o evento vascular cerebral es una emergencia médica que ocurre cuando se interrumpe el flujo de sangre al cerebro, provocando daños en las células nerviosas. 

Existen dos tipos principales de EVC: el isquémico, causado por un coágulo que obstruye una arteria cerebral, y el hemorrágico, causado por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro.

Los EVC son una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo, afectando a más de 15 millones de personas cada año. 

Pueden provocar secuelas graves, como parálisis, problemas del habla, pérdida de memoria, depresión y demencia. Por eso, es fundamental conocer los factores de riesgo, los síntomas y las medidas de prevención de los EVC.

¿Qué factores de riesgo aumentan la probabilidad de sufrir un EVC?

Algunos de los factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de sufrir un EVC son:

  • La edad: el riesgo de EVC se duplica cada década después de los 55 años.
  • La hipertensión arterial: es el principal factor de riesgo modificable de los EVC, ya que aumenta la presión sobre las paredes de las arterias y favorece su deterioro.
  • El colesterol alto: contribuye a la formación de placas de grasa en las arterias, que pueden obstruir el flujo de sangre al cerebro.
  • La diabetes: altera el metabolismo de la glucosa y daña los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de EVC isquémico.
  • El tabaquismo: daña las paredes de las arterias, aumenta la presión arterial y favorece la formación de coágulos.
  • El consumo excesivo de alcohol: eleva la presión arterial, altera el ritmo cardíaco y aumenta el riesgo de EVC hemorrágico.
  • La obesidad: está asociada a otros factores de riesgo, como la hipertensión, el colesterol alto y la diabetes.
  • El sedentarismo: reduce el gasto calórico, favorece el sobrepeso y disminuye la capacidad cardiovascular.
  • La fibrilación auricular: es un trastorno del ritmo cardíaco que puede generar coágulos en el corazón, que pueden viajar al cerebro y causar un EVC.
  • Los antecedentes familiares: la predisposición genética puede influir en el desarrollo de algunos factores de riesgo o en la fragilidad de los vasos sanguíneos.

¿Qué síntomas indican que se está produciendo un EVC?

Los síntomas de un EVC pueden variar según la zona del cerebro afectada, pero algunos de los más comunes son:

  • Debilidad o adormecimiento de la cara, el brazo o la pierna de un lado del cuerpo.
  • Dificultad para hablar o entender lo que se dice.
  • Pérdida de visión parcial o total en uno o ambos ojos.
  • Mareo, vértigo o pérdida de equilibrio.
  • Dolor de cabeza intenso y repentino, sin causa aparente.

Es importante recordar la regla FAST (del inglés Face, Arm, Speech, Time), que ayuda a identificar y actuar ante un posible EVC:

  • F de Face (cara): pídale a la persona que sonría y observe si un lado de su cara se cae.
  • A de Arm (brazo): pídale a la persona que levante ambos brazos y observe si uno de ellos se baja o se mueve con dificultad.
  • S de Speech (habla): pídale a la persona que repita una frase sencilla y observe si tiene problemas para articular las palabras o si suena confusa.
  • T de Time (tiempo): si observa alguno de estos signos, llame inmediatamente al número de emergencias y solicite una ambulancia. Cada minuto cuenta para salvar la vida y reducir las secuelas de un EVC.

¿Qué medidas de prevención se pueden adoptar para evitar un EVC?

La prevención de los EVC se basa en el control de los factores de riesgo modificables, es decir, aquellos que se pueden cambiar con hábitos saludables o con tratamiento médico. 

Algunas de las medidas de prevención que se pueden adoptar son:

  • Medir la presión arterial regularmente y seguir las indicaciones del médico para mantenerla en niveles normales.
  • Controlar el colesterol y los triglicéridos con una dieta equilibrada, baja en grasas saturadas y trans, y con medicación si es necesario.
  • Mantener la glucosa en sangre dentro de los rangos adecuados, especialmente si se tiene diabetes, con una alimentación sana, ejercicio físico y medicación si es necesario.
  • Dejar de fumar o reducir el consumo de tabaco al mínimo, ya que es uno de los factores de riesgo más importantes y perjudiciales para la salud vascular.
  • Limitar el consumo de alcohol a no más de una copa al día para las mujeres y dos para los hombres, y evitar el consumo excesivo o episódico.
  • Perder peso si se tiene sobrepeso u obesidad, con una dieta hipocalórica y actividad física regular, ya que el exceso de peso aumenta la carga sobre el corazón y las arterias.
  • Practicar ejercicio físico de forma moderada y regular, al menos 30 minutos al día, cinco días a la semana, para mejorar la circulación, el tono muscular y el estado de ánimo.
  • Evitar el estrés y las situaciones que lo generan, ya que el estrés eleva la presión arterial, altera el ritmo cardíaco y libera sustancias que favorecen la formación de coágulos.
  • Consultar al médico sobre la conveniencia de tomar aspirina u otros anticoagulantes, especialmente si se tiene fibrilación auricular u otros trastornos del ritmo cardíaco, para prevenir la formación de coágulos en el corazón.
  • Seguir un tratamiento adecuado y personalizado para prevenir o tratar los EVC, según las indicaciones del médico, que puede incluir medicamentos, cirugía o rehabilitación.

¿Qué beneficios se obtienen al prevenir los EVC?

Prevenir los EVC no solo puede salvar la vida, sino también mejorar la calidad de vida, ya que se evitan o se reducen las secuelas que pueden afectar a la movilidad, la comunicación, la cognición, el estado de ánimo y la autonomía de las personas.

Se previenen otras enfermedades cardiovasculares, como el infarto de miocardio, la angina de pecho, la insuficiencia cardíaca o la enfermedad arterial periférica.

¿Qué hacer si se ha sufrido un EVC?

Si se ha sufrido un EVC, es fundamental recibir atención médica especializada lo antes posible, para limitar el daño cerebral y mejorar el pronóstico. 

El tratamiento dependerá del tipo, la localización y la gravedad del EVC, y puede incluir:

  • Trombólisis: es la administración de un fármaco que disuelve el coágulo que obstruye la arteria cerebral, restableciendo el flujo de sangre al cerebro. Se aplica en los EVC isquémicos, y debe realizarse en las primeras 4,5 horas desde el inicio de los síntomas.
  • Trombectomía: es la extracción del coágulo mediante un catéter que se introduce por la ingle hasta llegar al cerebro. Se realiza en los EVC isquémicos graves, y puede ampliar la ventana terapéutica hasta las 24 horas.
  • Cirugía: es la intervención quirúrgica que se realiza para reparar el vaso sanguíneo roto o para aliviar la presión intracraneal causada por la hemorragia. Se aplica en los EVC hemorrágicos, y puede ser de urgencia o programada.
  • Rehabilitación: es el conjunto de medidas que se aplican para recuperar o mejorar las funciones afectadas por el EVC, como la movilidad, el lenguaje, la memoria, el estado de ánimo y la autonomía. Se inicia lo antes posible, y puede durar desde semanas hasta meses o años, según la gravedad y la evolución de cada caso.

¿Cómo cuidar la salud después de un EVC?

Después de un EVC, es importante seguir una serie de cuidados y recomendaciones para prevenir las complicaciones, mejorar la recuperación y evitar la recurrencia de otro EVC. 

Algunos de los cuidados que se deben tener son:

  • Cumplir el tratamiento prescrito por el médico, que puede incluir medicamentos, controles periódicos, sesiones de rehabilitación y otras medidas.
  • Adoptar hábitos saludables que ayuden a controlar los factores de riesgo, como seguir una dieta equilibrada, hacer ejercicio físico, dejar de fumar, limitar el consumo de alcohol y evitar el estrés.
  • Cuidar la higiene personal y corporal, para prevenir las infecciones, las úlceras por presión y otros problemas de la piel.
  • Prevenir las caídas y los traumatismos, utilizando ayudas técnicas si es necesario, como bastones, muletas, andadores o sillas de ruedas, y adaptando el entorno doméstico para facilitar la movilidad y la seguridad.
  • Estimular la mente y la memoria, realizando actividades que mantengan el interés y la motivación, como leer, escribir, jugar, resolver crucigramas o aprender algo nuevo.
  • Fomentar la comunicación y la expresión, utilizando diferentes medios, como el habla, la escritura, los gestos, los dibujos o los dispositivos electrónicos, y buscando apoyo profesional si es necesario, como logopedas o terapeutas del lenguaje.
  • Mantener el ánimo y la autoestima, aceptando los cambios y las limitaciones, reconociendo los avances y los logros, y participando en actividades que generen satisfacción y bienestar, como hobbies, aficiones, voluntariado o grupos de ayuda mutua.
  • Apoyarse en la familia y los amigos, que pueden ofrecer ayuda, comprensión, afecto y compañía, y que pueden colaborar en el proceso de recuperación y adaptación.
  • Buscar asesoramiento y orientación, si se presentan dificultades o dudas, tanto a nivel médico, como psicológico, social o legal, y recurrir a los recursos y servicios disponibles, como asociaciones, fundaciones, centros de día o residencias.

¿Qué es la prevención secundaria del EVC?

La prevención secundaria del EVC es el conjunto de medidas que se aplican para evitar que una persona que ha sufrido este problema, vuelva a tener otro.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el riesgo de recurrencia de un EVC es del 30% en los primeros cinco años después del primer episodio, y del 40% en los diez años siguientes.

La prevención secundaria del EVC se basa en el control estricto de los factores de riesgo, el cumplimiento del tratamiento médico y la adopción de hábitos saludables. 

Se recomienda realizar revisiones periódicas y pruebas diagnósticas, como electrocardiogramas, ecocardiogramas, doppler carotídeo o resonancia magnética, para detectar y tratar posibles anomalías o complicaciones.

La prevención secundaria del EVC es fundamental para mejorar la calidad y la esperanza de vida de las personas que han sufrido un EVC, y para reducir el impacto personal, familiar y social de esta enfermedad.

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