Un cosquilleo constante en los pies. Una sensación de entumecimiento en las manos. Esa especie de “calambre suave” que aparece sin razón.
Para muchas personas mayores, el hormigueo se convierte en un síntoma frecuente… pero pocas veces se le presta atención hasta que interfiere con su calidad de vida.
¿Es solo una molestia relacionada con la edad o podría estar alertando sobre algo más serio? Vamos a explorarlo.
El hormigueo, médicamente conocido como parestesia, es una sensación anormal que suele describirse como:
En adultos mayores, este síntoma puede tener múltiples orígenes, desde causas benignas y pasajeras hasta enfermedades crónicas que requieren tratamiento.
En la vejez, el hormigueo puede deberse a:
Es importante destacar que cuando el hormigueo aparece con debilidad muscular, descoordinación o pérdida de equilibrio, se debe consultar al médico con urgencia.
En estos casos puede estar relacionado con un accidente cerebrovascular. Aquí puedes informarte más sobre los tratamientos para ictus y sus señales de alerta.
Hay señales que indican que no se trata solo de una molestia menor:
En estos casos, es necesario acudir a un especialista para una evaluación neurológica.
El hormigueo crónico es uno de los síntomas más comunes en la neuropatía diabética, una complicación derivada del mal control del azúcar en sangre. También puede estar presente en enfermedades cardiovasculares, renales o degenerativas.
Cuando el adulto mayor ya tiene otras patologías, es fundamental integrar el tratamiento del hormigueo al plan de cuidados global. Puedes apoyarte con esta guía sobre cuidados del adulto mayor en el hogar para adaptar rutinas y prevenir riesgos como caídas o lesiones.
El diagnóstico suele requerir:
Mientras se identifica la causa, es recomendable mantener la movilidad, usar calzado cómodo y evitar posturas que compriman nervios.
El tratamiento dependerá del origen. Algunas opciones incluyen:
Si el adulto mayor presenta bajo estado anímico o aislamiento a raíz de los síntomas, es importante incorporar el enfoque de cuidado afectivo en la vejez, que ayuda a manejar la situación desde lo emocional y no solo desde lo físico.
El acompañamiento familiar es clave. Algunas recomendaciones:
Si el cuidado se vuelve demandante o diario, recuerda también cuidar al cuidador. Esta guía sobre el síndrome del cuidador te ayudará a identificar señales de alerta y evitar el desgaste físico y emocional.
No siempre. Puede deberse a posturas o compresiones temporales. Sin embargo, si es frecuente, debe evaluarse.
Generalmente, B12, B1 o ácido fólico. Pero es importante confirmar con análisis clínicos antes de suplementar.
Sí, especialmente si se debe a compresiones nerviosas o falta de movilidad. Un fisioterapeuta geriátrico puede ayudar.
Sí. Si se acompaña de frialdad, coloración azulada o dolor en piernas, puede deberse a mala circulación.
Buscar ayuda médica y adaptar la rutina del hogar para prevenir caídas o lesiones.
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